domingo, 14 de diciembre de 2014

Letras que mueren

La escritura da vida a las letras, a las palabras, a las frases. Esta puede crear cuentos y novelas, fantasías y poemas. Construye imágenes en nuestra mente, hace de sonidos sueltos sistemas de comunicación. Traslada al papel los pensamientos de grandes escritores y filósofos, o simplemente sirve como recuerdo infinito. Para Ferdinand de Saussure era el camino desde el significante hacia el significado, para Karl Marx la expresión de un nuevo orden político del mundo. En un testamento o en una carta de amor puede ser inmortal. Algo que queda siempre.

o nada. vacío



¿Qué pasa si se cambia la perspectiva? ¿Qué pasa si la letra desaparece en la nada después de haber sido leída? ¿Si desaparece en la insignificancia de la profundidad de los libros? ¿Cómo la vida de un ser humano desaparece en la vastedad del tiempo? Para Roland Barthes y Maurice Blanchot la consecuencia del escrito era “la muerte del autor”, el autor que deja de existir después de dar vida a la letra. ¿Pero qué sucede cuando nace la palabra al ser leída por el lector? Tiene su momento de brillo, crea un significado en el lector e incluso será la última pieza de un rompecabezas llamado imaginación.

A continuación aparece otra palabra en la mente de nuestro lector y como aquella necesita igualmente su lugar, desaparece de repente la anterior. Es pasado. O mejor dicho, no es. Si una cosa deja de existir, no puede ser, y esto incluye el verbo ser. Al fin de cuentas la letra tiene el mismo destino como casi todo lo que encontramos en nuestro horizonte de conciencia, como la nota de una canción, como una canción, como la frase de un libro, como un libro, como un diálogo de una película, como una película, como un segundo de vida, como un día de vida, como un año de vida, como el ser humano. Entra en la existencia y deja de existir porque solamente puede existir en nuestra conciencia. A lo mejor nuestra pequeña palabra tiene suerte y cualquier lector le echa un vistazo para que vuelva a nacer. Es evidente que nace de otra perspectiva. Pero sigue viviendo, transformándose hasta el infinito. Como los segundos, los días, los años, el Universo y... ¡la humanidad!